Crisis | Informes

Informes

heredarás la tierra:

petróleo, terratenientes

y crianceros en el norte neuquino

/ Informe especial

/ soldati vs newen kura

/ rentismo & barbarie

En el último tiempo, la frontera del fracking se desplaza hacia el norte de Neuquén. Rincón de los Sauces tiende a ser el epicentro de los nuevos desarrollos hidrocarburíferos. Allí el bisnieto de José Soldati -fundador de Lugano y Villa Soldati- pugna por desalojar a la comunidad Newen Kura. 

En este informe vamos a contarte acerca del lugar, sus transformaciones, las de quienes allí viven y quienes pretenden quedarse con sus tierras.

En los pasillos judiciales la carátula es “SOLDATI MARIO PEDRO Y OTROS C/MOLINA FAUSTINO S/ACCIÓN REIVINDICATORIA” EXPTE. №° 10.225-AÑO 2017. Lo que sigue es la trama fina de una novela judicial que tiene de un lado a una estirpe de origen suizo y venturoso avance patrimonial, y del otro, a históricos pobladores reunidos en la comunidad mapuche Newen Kura, que un día se enteraron que la tierra en la que vivían había sido comprada desde Buenos Aires por alguien que jamás había pisado el lugar.

 

Parte uno. los soldati

Era 1898. Venido desde Lugano, Suiza, tras diez años en el país, José Soldati cazaba al norte del Riachuelo en terrenos “desiertos”. El lugar le recordó al terruño y decidió comprar dos lotes grandes a un par de familias. Esta información, que es parte de la historia oral, no indica las hectáreas exactas, pero sí la confirmación de las primeras de muchas compras en la carrera inmobiliaria de esta familia. Desde 1888, junto a sus dos hermanos también venidos de Suiza, José desarrolló empresas de distinto tipo, previas a la acumulación que varias décadas después formaría al famoso Grupo Soldati.

En apenas cuatro años, José se hizo de más de 200 mil hectáreas de tierra: Buenos Aires, Neuquén y Mendoza fueron los territorios que escrituró desde la capital en apenas un lapso de 4 años, entre 1902 y 1906, justo antes de volver a Suiza en 1909, donde murió tres años después.

A partir de él y en adelante una parte importante de su descendencia se caracterizó por continuar negocios inmobiliarios, expandir otros, proseguir en el rentismo y litigar por medio de buenas conexiones.

Para Alfredo Agüero Molina, de la Junta de Estudios de Villa Soldati, aquel primer Soldati en Argentina fue lo que hoy llamarían un desarrollador inmobiliario. Sobre la celeridad con la que se hace de tantas tierras siendo solo un empleado, el historiador local sugiere que puede ser que se tratara de una suerte de testaferro. Como siempre en estos casos, la verdad no se agota en los papeles.

 

Estilo Latifundista

Antes de las obras públicas de la década del treinta, el Riachuelo tenía un curso curvo y aquellas tierras que despertaban la nostalgia del suizo eran meandrosas. Su intervención produjo una transformación en esa zona de bañados: Soldati, pionero de los barrios de Lugano y Villa Soldati, loteó, hizo lobby para que el ferrocarril pasara por ahí, y proyectó la futura ciudad vendiendo lotes con créditos hipotecarios. Esa labor al sur de la Ciudad de Buenos Aires, no obstante, jamás se verificó en las otras periferias que adquirió en la primera década del siglo veinte, cuando se remataron tierras públicas como nunca en nuestra historia.

En los registros del Archivo General de la Nación se ve la temprana litigiosidad de sus sucesores, incluso en inmuebles de “escasísimo valor” como se lee en aquellas actas. Un estilo latifundista que se heredaría. De aquellas compras tempranas en los bañados, para 1915, se registra el pedido de embargo por algunos de esos lotes (contra un tal nazareno emilliozi y contra un tal blanco claudino), que para 1917 vuelven a ser del patrimonio de la familia.

La historiadora Susana Bandieri llama la atención sobre las formas de pensar al Estado argentino moderno: más bien un articulador de intereses privados, concentrados en la capital; el instrumento de una burguesía intermediaria de negocios más grandes, protagonizados por el capital extranjero. Aquella acción estatal de fines del siglo diecinueve se caracterizó por un discurso poblador y una praxis latifundista. Una seguidilla de donaciones, ventas y recompensas por servicios prestados a la nación que, en general, se hacían con la condición de ocupar y desarrollar (ya que estaba la tierra, pero faltaban el capital y el trabajo). 

 

Al primer Soldati exitoso le siguieron otros que, con habilidad y buenas conexiones, conformaron uno de los grupos empresarios más prominentes de la segunda mitad del siglo veinte, que tuvo en la Sociedad Comercial del Plata su centro de acumulación. Sin embargo, los hermanos Alejandro y Santiago, sobrinos nietos del pionero José y “continuadores del holding”, no están implicados en esta historia. 

El miembro de esta genealogía que protagoniza lo que aquí contamos es, tal como se presenta en Linkedin, un ingeniero de la UCA, que se especializó en el nicho de la seguridad con consultoras y empresas importadoras de tecnología de vigilancia. Mario Pedro es el bisnieto del precursor, hijo de Juan Alejo (suizo) y el principal heredero de las tierras que dejó el bisabuelo. Así lo alega ante la Justicia de Rincón de los Sauces en la causa en la que litiga a través del apoderado de YPF en varios juicios, Carlos Assef, titular de Assef y Asociados. En los mismos expedientes se lee que Mario Pedro heredó dos tercios de las tierras adquiridas en 1906 en el norte neuquino al concesionario Ramón M. Castro (otro enormísimo comprador de aquellos tiempos que multiplicaba su patrimonio a un lado y el otro del Río Colorado). Unas 11048 hs en Neuquén que se superponen con las 24 mil hectáreas que la comunidad Newen Kura demanda en carácter de propiedad colectiva-comunitaria. 

 

Puesto Hernández 

Cuando el desarrollo de los hidrocarburos convencionales llegó al norte neuquino, las tierras de pastoreo entraron en conflicto con las afectadas a las actividades petroleras. Lentamente la idea de servidumbre -el canon que las petroleras pagan a los superficiarios por afectar sus posesiones con desarrollos hidrocarburíferos- le puso precio a esta conflictividad, y un valor económico que establece –y actualiza– el Estado.  

Cuando en el 94 se inaugura el oleoducto trasandino, que sale desde Puesto Hernandez, las hectáreas antes mencionadas se vieron afectadas por la operatoria de YPF. Un testigo en la causa cuenta que trabajó en el primer oleoducto trasandino y que para fines de los ochenta quienes hacían sus tareas en la zona sabían que había un titular registral. Recién en el 92, por una investigación en catastro y rentas de Neuquén, pudieron dar con el apoderado de Soldati. Los expedientes ordenan bien lejos de donde los pies pisan.

 
En 1902 José Soldati compró 157 mil hs. de tierra pública en remates hechos desde Buenos Aires, según nos dicen desde el Archivo provincial de Mendoza, que no tienen digitalizados sus fondos documentales.

Green Armor

En la región de Vaca Muerta, las empresas de seguridad se reproducen al ritmo de los pozos de fracking. Un ecosistema que monitorea los caminos internos que arman las arterias del sistema de picadas de las empresas de servicios. Según el Ministerio de Seguridad provincial en 2025 operan 47 firmas registradas y más de 4500 vigiladores contratados. Atribuyen “al auge de las industrias de gas y petróleo” ese crecimiento. En mayo de 2024 eran 34 empresas habilitadas y el salto se explica por la campaña de registros para combatir la alta informalidad del sector. 

Prosegur, la más reciente Alberta, Securitas (recordada por casos de corrupción), cada compañía tiene una zona de acción preponderante. En Rincón de los Sauces, las camionetas que prevalecen son de Green Armor. La empresa fue creada en 2015. Sus unidades circulan en los caminos polvorientos, bien lejos de su sede principal en Vicente Lopez, al costado de la panamericana. 

El desembarco  de Green Armor en Neuquén data oficialmente de abril de 2024 y queda anotado en el Boletín Oficial de la provincia. Ahí aparecen como socios Ignacio José María Sáenz Valiente, Sebastián Marín Cruzado, Felipe Germán Tombeur y Mario Pedro Soldati, protagonista de esta historia. A su vez, este último aparece inscripto en los padrones de empresas de seguridad del GCBA como responsable. 

Para divisar algunas características de este grupo que rodea a Green Armor, vale la pena detenerse en el accionista mayoritario de la empresa: Ignacio Saenz Valiente, titular del estudio Saenz Valiente y Asociados que, por ejemplo, presta servicios para Clarín. Saénz Valiente es además integrante del Club La República, un agrupamiento republicano de Argentina con estrechas relaciones con la Embajada de EE.UU y  posee una docena de empresas de servicios en el país y otro tanto en paraísos fiscales. Soldati y Saenz Valiente comparten la financiera VMSF INVERSIONES S.A, con sede legal en el mencionado estudio de abogados.

Otro nombre que ronda el entramado empresario es el del ex oficial de inteligencia del ejército, Sebastián Cittanti, hace un tiempo a cargo de Green Armor Caudales S.A y pareja de Carla Nunes, quien figura asiduamente en el entramado en control del abogado de Clarín. Ecléctica en sus intereses, desde mayo de 2024 Green Armor auspicia a Franco Colapinto luego de que en el Foro Llao Llao el publicista Gastón Parisier invitara a invertir en el nuevo emblema del automovilismo argentino. El ascenso meteórico de esta empresa toma sentido si miramos las importantes conexiones que sus directores tienen con el poder local y extranjero que opera en todo el país. 

Desde la muerte de Don Molina, Karen Sánchez, werken de la comunidad Newen Kura, asegura que el asedio de Green Armor hacia la comunidad se intensificó: les sacan fotos, les hacen “pasaditas” con la camioneta, son las maneras de marcar que están ahí, que hacen marca de su poder en la zona.  

parte dos. rincón de los sauces

Es la capital del departamento de Pehuenches. En el extremo noreste de la provincia de Neuquén, a 255 km de la capital provincial, Rincón de los Sauces se levanta como la tercera ciudad de Neuquén en orden de crecimiento demográfico. Ante el auge de los no convencionales, hace tiempo la prometen como la nueva Añelo. Al entrar por la ruta 6, asoma como un poblado de casas bajas implantado sobre el ocre de la estepa por la que el Río Colorado dibuja unas cuantas curvas con rumbo atlántico. 

La historia de esta localidad argentina es bien expresiva de los clivajes neuquinos: un encuentro entre población indígena, criollos y migrantes, una mezcla de trashumancia -como se le llama al pastoreo de animales con grandes traslados- y régimen petroka, tejidos  desde la llegada del Estado Nacional y la definitiva conformación del Estado provincial. 

Hasta que a fines de la década del sesenta YPF monta el primer campamento exploratorio en busca de petróleo, esta parte del país era habitada exclusivamente por crianceros de cabras y ovejas. En apenas dos años, desde las primeras estacas ypfianas, el cambio fue abrupto. Fue cuando marcaron a la región como uno de los principales yacimientos del país. 

“Yo me crié a pata, descalzo, y si te enfermabas tomabas un yuyo que te daban los mayores. Estar vivo es como un milagro”, dice Salvador Palomo en su casa. Paleontólogo e historiador de oficio, este hombre es ante todo curioso, rodeado en su  living de un pequeño museo amateur con dientes de dinosaurios, mapas, telescopios. “Tengo como veinte hallazgos importantes de fósiles”, comenta con humilde orgullo y agrega: “Estos campos están sobre estratos sedimentarios y son tan amplios que en cualquier lado pueden haber huesos de dinosaurios“. En efecto, a pocas cuadras de ahí destaca, entre pequeños monumentos que recuerdan a los antiguos, una escultura de un dinosaurio gigante. Palomo es protagonista de varios de esos hallazgos. Ser hijo de un puestero histórico del lugar le dio ese ojo que encuentra entre la tierra un pequeño hueso que puede cambiar lo que sabíamos de los viejos reptiles que habitaron el lugar. También eso le da agudeza para entender las dinámicas epocales de la zona. Desde ese conocimiento, Salvador divide en tres partes la historia de su pueblo: antes de la inundación de 1914 -el desborde de una laguna que se llevó puesto todo lo que había-, entre 1914 y 1960,  cuando la gente volvió a trabajar con los animales y operaban minas de carbón -Auca Mahuida y Pata Mora-, y después de los 60, con el petróleo, cuando la vida de los crianceros se transformó.

Palomo pone en la balanza que la llegada de YPF implicó progresos: fue a la primaria gracias a la primera escuela que fundó la petrolera, hubo mejor comunicación, e incluso las comisiones exploradoras les traían ropa. Pero también señala: “así como trajo sus beneficios, trajo sus perjuicios; a mi viejo, y a varias personas la actividad petrolera les terminó las chivas. Tengo un hermano que vive hoy en la casa paterna, y tiene animales todavía, y hay problemas porque las empresas no respetan o abren camino y se mete cualquiera. No respetan al puestero”.

Pedimos ir a los mapas para ubicarnos y Salvador desempolva una carpeta con algunos trámites. Despliega todo sobre la mesa. En un plano se ve una delimitación cuadrada, línea recta que marca el campo aledaño que al oeste pertenece en los papeles a Soldati. Delimitación similar a los mapas de 1901, trazados desde y para el apetito de los empresarios de aquella Buenos Aires de principios de siglo veinte. Al costado de esa gran delimitación, parcelas más pequeñas que indican los nombres de algunos puesteros reconocidos del lugar. Es la copia de la tenencia precaria que les reconoció la provincia: por más trámites que hicieron no pudieron pasar de eso a otro tipo de papel que acreditara la posesión del lugar. “A veces pueden reconocer si uno insiste o les mete un abogado. Pero si lo pueden pasar por arriba, lo pasan por arriba al puestero, digamos”, dice Palomo. Y  señala cuestiones generales sin meterse en lo particular, porque sabe que cada caso se analiza en específico: “A lo mejor por arreglos políticos alguna vez le vendieron o le cedieron campo, le dieron un título, capaz que ni lo pagó, pero ya tiene los papeles y , bueno,  no hay vuelta atrás con eso porque ya se es propietario. El tema de los campos no es fácil”, explica y enfatiza: “Hay una gran diferencia con los que siempre estuvimos. Digamos que uno es el que tiene que moverse y pelearla. No se nos respeta como dueños”.

Parte tres. newen kura

Faustino Molina se radicó junto con su mujer Fidela Nuñez a algunos kilómetros hacia el este, en lo que actualmente se conoce como Puesto Hernández dentro del Yacimiento del mismo nombre y que también opera la firma YPF. En este sitio, Faustino se encargó de construir las primeras edificaciones para casa-habitación, los galpones y ranchos de acopio, como asimismo la forestación con cortinas de álamos, sauces y otras maderas nobles, los cuadros de sembradío y los corrales para la crianza de animales”, dice parte de la defensa ante la demanda presentada por Soldati. La causa, que tramita en el juzgado de primera instancia de Rincón de los Sauces, comenzó en 2016. 

Frío de junio al norte de Neuquén, menos seis grados. Se escucha el motor del grupo electrógeno, tirando cables para adentro de una casa de madera y durlock. Entramos y una mesa larga, montada con caballetes, cruza toda la sala, inundada con tortas fritas que se van reponiendo mientras la conversación avanza. Al fondo está sentado Don Molina, al ladito del hogar, cruzado de piernas, bastón en mano. Nos va a hablar de su historia, que también es la historia del lugar y de la comunidad que él creó, Newen Kura.

“En la orilla del río (Colorado) había una piedra, que la sacaron cuando hicieron el puente (Pata Mora, que conecta con Mendoza). Aquí en este lugar nací yo, no me olvido. Abrí los ojos, vi la piedra y vi todo. Lo primero que conocí es el nombre de ahí: Pata Mora”, narra a sus cien años Faustino Molina, rodeado de nietos y bisnietos, a unos 15 km al noroeste de Rincón de los Sauces. A otros 15 kilómetros más en esa dirección, de nuevo por la ruta 6, se llega a Puesto Molina, actualmente un yacimiento de petróleo y gas muy cerquita del puente Pata Mora, que conecta Neuquén con Mendoza.

“Esto era todo Puesto Molina. Cuando se vino a instalar YPF, estaba el cuñado de mi papá aquí donde estoy y por eso le puso Puesto Hernandez”, cuenta y rememora las primeras peleas con las petroleras: cada locación quitaba espacio a los animales; “Las petroleras dicen que entre locación te queda espacio pero el animal está adaptado a un ámbito. Antes había mucha fauna y ahora nada porque en este espacio los animales no comen”, señala. 

 

Un cruce de los andes al año

Faustino fue de todo: minero en Auca Mahuida, cadete en el ejército, trabajador golondrina. “Me fui de adolescente buscando trabajo, hasta la mina de Auca Mahuida de a pie y de ahi en los camiones carboneros hasta (Contralmirante) Cordero -dice mientras todos lo escuchan con un respesto imantado-. Terminada la cosecha en abril volvía porque los animales nunca se iban, seguían acá. Hasta Buta Ranquil eran 10 días clavados. Dejábamos los burros atados para salir bien temprano. Ensillando y cargando, y así”. 

Las dinámicas de invernada no se asentaban acá, “en la costa”, sino en las aguadas: de la Cerda, del Merino, del Carrizo, de la Jarilla. “A esto lo ocupamos para ir a veranear. En la invernada estábamos en el cerro. Allá mi viejo tenía corrales, tenía su casita de antes de que yo naciera”; Faustino agrega que donde está el pueblo había unos medanales: “Tres puesteritos en todo Rincón de los Sauces, ahora no hay ni por dónde pasar de la cantidad de gente que hay”. La vida criancera fue la forma de vivir tradicional por estos pagos: trasladar a las chivas y al ganado a las tomas de agua y distribuir familiarmente la carga de los trabajos cotidianos, una manera de producir extensiva, que con la llegada de las infraestructuras del petróleo chocó de frente. 

“A mi me mandaba mi viejo a cuidar los animales. Imaginate, de chico conozco esto. En mis 72 años no conocí otra persona acá. Por eso sorprende que aparezca gente diciendo que es de acá”, dice Florentino, hijo de Faustino. En junio, cuando lo visitamos, a Don Molina le corría un embargo judicial por “no innovar”; una presentación de parte de Soldati como queja porque había construído en lo que él reclama como suyo. Una sanción que corría y se incrementaba a diario hasta que él se resignara y desarmara lo nuevo, que consistía en alguna pequeña casa en medio de la inmensidad. “¿A dónde vamos a ir si vivimos toda la vida acá?”, pregunta Florentino. 

 

vida criancera

Las chivas llevan por los menos cuatro siglos por estas tierras, desde que los conquistadores las trajeron. Por entonces, al comienzo, el pastoreo era un asunto de primer orden en las políticas públicas. En la actualidad, luego del cambio de prioridades, hay algunos trabajos que buscan recuperar aquellas rutas y rescatarlas del olvido.

Las historiografías simplistas desconectan a la trashumancia de las comunidades indígenas. Borronean así una vida que aceita su engranaje en el desplazamiento.  Subiendo por los cerros, colándose entre picadas e infraestructuras petroleras, se encuentran las viejas pircas: vestigios de la vida criancera que aún sostienen, ahora sorteando pozos y picadas que las petroleras constantemente abren. 

Vamos por Narambuena, cerca del Yacimiento Namuncurá. Por ahí nos lleva Eduardo, nieto de Faustino, a ver una de las últimas aguadas en la zona.  “Ahora quedan un par y luchamos para que no se metan ahí porque el fracking mueve la tierra y eso se queda seco”, dice señalando un pequeño ojo acuoso unos metros abajo. Karen, werken de la comunidad, suma: “Mi abuelo les pidió por favor porque ahí está la última vertiente natural. Ya hicieron una locación, varios gasoductos. Ayer iban camiones llenos de equipos. Si siguen perforando no va a quedar, ¿y a dónde vas a llevar los animales?” .

 

todo era pastoreo

“En aquellos años éramos confiados: el que ocupaba un campo era el dueño. Después aparecieron los otros pero eso es todo por el asunto del petróleo. Ellos agarran una cantidad de hectáreas, cientos… ¿y lo trabajan? no. Pero lo cobran y bien cobrado”, dice Faustino sobre la tentadora servidumbre que llega a la cuenta de Soldati.  

“De repente mi abuelo ya no tiene derecho en la tierra donde nació. No ha estado bien de salud de tanto que piensa. Si uno se planta es porque quiere plata dicen, pero no… uno cuida lo que nuestros mayores nos enseñaron a amar: la tierra, los newen, los animales. Tuvimos que partir para el pueblo por la escuela, porque ya no tenemos trabajo… pero estamos acá, en la lucha”, dice Antonia, la lonko de la comunidad, que junto a su hija Karen llevan la delantera a la hora de enfrentar a las empresas cuando aparecen con sus máquinas. “No solo peleás con la petrolera sino también con los superficiarios.  Ya no hay espacio, tenés que seguir reduciendo”. 

La rutina cotidiana en esta zona implica mirar bien, una contravigilancia para entender el accionar de las empresas. En agosto de 2025 hubo un ejemplo de esos accidentes que no salen en los grandes medios pero ellos denuncian con una  frecuencia que no sería la deseable por las empresas de seguro: un derrame que lograr registrar en los territorios que reclama la comunidad. 

En mayo de 2024, Antonia y Karen fueron detenidas por intentar frenar las máquinas de YPF que buscaban instalar las anacondas para tomar agua del río. Vinieron tras ellas  la policía de Añelo y el GEOF. “Soldati nos quiere correr como sea. Vas a hablar con la empresa de seguridad Green Armor y se te ríen en la cara. Nos han matado perros. Él ya cobra por superficiario. El tema es que cuando nosotros paramos el que le paga a Soldati se molesta con él”, dice Karen a metros de Don Molina, que observa la escena: 

-¿A Soldati lo conoce?

-Ni lo he sentido sonar. En todos mis años no lo he sentido. Cuando Soldati se metió en eso aqui habia veinte personas viviendo, si no habia más. Vendieron campos con la gente adentro y esa gente somos nosotros.

 
A lo largo del extenso litigio, los abogados de Soldati han hecho malabares para demostrar que alguna vez estuvo en el lugar: “sobrevoló con avioneta”, cuentan que dieron como argumento para acompañar al papel que acredita la injusticia. Mientras del lado mendocino recuerdan que allá logró desalojar a un viejo poblador, de apellido Valenzuela, el norte neuquino debate en este caso si lo que se reconoce es el derecho al rentismo o a habitar la tierra, y producir los frutos que de ella tomamos.

El 2 de agosto de este año
Don Faustino Molina murió. Hombre de memoria vívida y orador con picardía, según los papeles, tenía casi cien años y, según su memoria, algunos más. Un hombre que conocía los campos como la palma de su mano; minero cuando hubo mina en Auca Mahuida, cosechador golondrina en el valle, pastor trashumante en los puestos cercanos, enhebrados por las aguadas.
Su despedida fue en el campo familiar, en ruta 6 y Puesto Hernández. Lo enterraron en esas mismas tierras, en el cementerio de Newen Kura, su comunidad. Entre las despedidas publicadas en las redes, la de Gilberto Willipan, werken de una comunidad vecina, resumía las condiciones en las que se daba su partida: “Otro abuelo más que se nos va …con la tristeza de no dejar tranquilidad a su familia con respecto a nuestros derechos. El gobernador Rolando Milei Figueroa no cumple con sus deberes de funcionario público y les niega la personería jurídica a la Comunidad Mapuche Newen Kura”.
Al día siguiente, una carta documento llegó dirigida a la Municipalidad de Rincón de los Sauces. Estaba firmada por Joel Omar Assef, como apoderado de Mario Pedro Soldati, y pedía que rectificaran la información publicada en redes donde daban cuenta del entierro de Molina en su campo, y exigían 48 horas para hacer el cambio. Esas tierras, según lo firmado por Asseff, eran de Soldati y la información que brindaban públicamente, decían, podía perjudicarlos. ¿Qué dato tan determinante podía colarse en la despedida a Don Molina? Esta historia, la del habitante más longevo de la región, condensa en su núcleo el enfrentamiento entre las formas de vida mapuche frente a los modales terratenientes que desde la campaña del desierto persisten y se actualizan.