batalla cultural en la cancillería libertaria
informe sobre cómo se destruye al estado
investigación política
/ ministerio de propaganda exterior
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Javier Milei repite una y otra vez que ingresó al Estado para destruirlo por dentro. Lo sucedido en la Cancillería durante este primer año al frente del gobierno es una clara muestra de cómo se propone llevar adelante ese objetivo. La expulsión de Diana Mondino del ministerio y la amenaza aún no concretada de descabezar al cuerpo diplomático si no obedece los caprichos del mandatario significan la desarticulación de cualquier estrategia diplomática nacional en aras de una política exterior faccional y cortoplacista.
En el centro de la operación libertaria está la “batalla cultural” contra un ordenamiento global que consideran “woke” y cuyos postulados constituyen una amenaza a los valores fundamentales de Occidente, que en palabras del presidente argentino son la libertad y la propiedad privada. Por eso la empresa de demolición se expande al escenario internacional y despliega su enemistad contra los organismos multilaterales, considerados una especie de rémora del espíritu socialista que reinó en la tierra durante el siglo veinte.
El triunfo electoral de Donald Trump y su regreso a la Casa Blanca no sólo apuntala y le ofrece nuevos escenarios a Milei en su rol de influencer mundial, sino que además le otorga un papel protagónico como futuro proxy de Estados Unidos en el Cono Sur. En el marco de la confrontación estratégica entre el gigante norteamericano y la China de Xi Jinping, y de dos conflictos bélicos que amenazan expandirse (Medio Oriente y Europa), el Sur Global se constituye como un campo de batalla clave por sus recursos naturales deseados por las cadenas de suministros planetarias. Lejos de emular la universal tendencia de replegarse sobre sus propias fronteras, la Argentina gobernada por la ultraderecha reniega de su autonomía y se alinea sin matices al bloque occidental.
Para comprender este giro en política exterior, este informe hace foco en tres aspectos:
- Describimos la interna en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que estalló públicamente con la renuncia de la canciller Mondino y el ingreso de Werthein.
- Analizamos la batalla cultural en el plano internacional: quiénes son los principales alfiles y cuáles sus campos de batalla predilectos.
- Proyectamos cuál es el orden mundial que sueña Milei: las apuestas argentinas frente a los conflictos en marcha y cómo impactará la lógica ultra en el plano económico.
las fuerzas del cielo aterrizan en el ministerio
No se conoce a ciencia cierta qué motivó el distanciamiento de Milei con su primera canciller, pero lo cierto es que Mondino desde el inicio se apoyó sobre un sector del cuerpo diplomático ligado a su predecesor Jorge Faurie, quien ocupó el mismo cargo con Macri. Esta alianza le posibilitó capear la tormenta y compensar su desconocimiento sobre áreas claves de política exterior. Sin embargo, no le permitió evitar los constantes cruces con otros Estados, muchos de ellos precipitados por la retórica incendiaria del presidente. Su base de sustentación, nunca muy firme, tambaleó ante las amenazas del Poder Ejecutivo de obligar al personal en el exterior a tributar impuesto a las ganancias por sus viáticos. Allá por julio, en un comunicado sin antecedentes, la Asociación Profesional del Servicio Exterior de la Nación amenazó con un paro si el gobierno avanzaba con la medida.
La llegada en junio de la abogada Úrsula Basset a la cancillería terminó por confirmar que los días de Mondino al frente estaban contados. Basset permanece aún como interventora sin cargo, al estilo del asesor presidencial freelance Santiago Caputo. Es ojos y oídos de Karina Milei en el Palacio San Martín, donde fue recibida con indiferencia por el personal de carrera. La misión de Basset fue clara: combatir la “agenda woke” en los organismos multilaterales. Graduada de la UBA, se especializó en temas de familia y se doctoró en Ciencias Jurídicas en la Universidad Católica Argentina. En 2010 publicó un artículo donde consideró que la Ley de Matrimonio Igualitario es “desprolija”, “apresurada”, “disolvente” e “irrazonable”. Tuvo también sus quince minutos de fama en el Senado de la Nación cuando expuso contra el proyecto de Interrupción Legal del Embarazo. Su trayectoria es una muestra más de que el rechazo al feminismo y los movimientos de diversidad sexual hermanaron al catolicismo reaccionario con el libertarianismo, y tal vez en aquel momento haya nacido el vínculo con los Milei.
Cómo reconstruyó Ingrid Beck para Letra P, Karina la envió a la 54° Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Paraguay para evitar que la Argentina votara un documento que incluya conceptos como “LGBTI”, “género” o “cambio climático”. Basset ocupó el lugar asignado a Mondino y a la embajadora argentina ante la OEA Sonia Cavallo, hija del ex ministro de Economía Domingo Cavallo. Sin embargo, no logró ejecutar su misión. Todo lo contrario: sus modos prepotentes generaron un gran malestar que casi pone en jaque una declaración sobre las Islas Malvinas.
Los tropiezos diplomáticos de Basset generaron ruido en diversos frentes de la oposición. Diputados radicales y parlamentarios del Mercosur de Unión por la Patria pidieron información sobre el rol de Basset ante foros internacionales. Pero Mondino la negó. “No obra registro referido a Úrsula Basset” ni “se halla en proceso de contratación de personal”, respondió. Basset, la interventora en las sombras, es una ficción.
Mientras, un hombre del riñón de Santiago Caputo asumió como funcionario: Nahuel Sotelo, legislador provincial del conurbano y parte del scrum libertario autodenominado “Las Fuerzas del Cielo”. Sotelo reemplazó al ex diputado neuquino Francisco Sánchez en la Secretaría de Culto, que desde sus inicios fue un temprano botín para la avanzada ultramontana sobre el Estado.
Sánchez llegó al gabinete por gestión propia, haciendo uso de su cercanía a Bullrich y a la vicepresidenta, capitalizando así su cuidado perfil ultra-conservador. Con asombrosa sincronía, en 2022 había pedido pena de muerte para la entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, apenas diez días antes de que Fernando Sabag Montiel gatillara en la cara de la dirigente. En el 2020 firmó la Carta de Madrid impulsada por VOX y hasta hoy integra el Consejo Asesor de Political Network for Values, ONG liderada por el chileno José Antonio Kast, que promueve los valores de la “familia tradicional”. Su innegable compromiso en la lucha contra el aborto, el matrimonio igualitario y la ESI terminó por jugarle una mala pasada. A pesar del alineamiento ideológico con Milei, en agosto le solicitaron la renuncia, y entre los motivos de su salida se mencionaron los viajes al exterior con agenda propia.
Sotelo, en cambio, es un joven soldado de primera línea. También ferviente militante católico, arrancó en política con el ex diputado salteño Alfredo Olmedo, a quien le armó la fallida campaña presidencial del 2019 que lo presentaba como el único candidato “real” de la derecha. Recaló en Avanza Libertad en 2021, y desde la boleta liderada por José Luis Espert llegó a legislador provincial en Buenos Aires. En 2020 denunció al ministro Ginés González García por incumplimiento como funcionario en el manejo del covid-19 como parte de la “lucha anticuarentena”. En 2022 fundó “La Julio Argentino”, agrupación que busca dar la batalla territorial en el conurbano, y la puso a disposición de la campaña presidencial de Milei. En el último año, desembarcaron en las universidades públicas.
Así como Sánchez, Sotelo practica un catolicismo extremo: “el Opus Dei es de izquierda al lado de Nahuel”. Forma parte de un grupo de afinidad con fuertes vínculos con los hermanos De la Torre, quienes gobiernan San Miguel y lideraron la primera gestión de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) en Capital Humano. Como señalamos en un informe anterior, el municipio de San Miguel fue un experimento privilegiado de la ultraderecha reaccionaria y “provida”, y la gestión de la SENAF fue punta de lanza para el formateo conservador de las políticas sociales a nivel nacional. Mientras que Ana Belén Mármora, de la agrupación ultracatólica Frente Joven, se involucró en la gestión de la SENAF, su esposo Agustín Caulo, presidente de la ONG, ingresó como Director Nacional de Culto Católico con Sánchez y ascendió a subsecretario con Sotelo.
A la vista de estos movimientos, el desplazamiento de Mondino era un resultado cantado. Gerardo Werthein, el nuevo canciller, es el funcionario con mayor patrimonio del gabinete de Milei. Fue durante mucho tiempo la cara visible del Grupo Werthein, uno de los conglomerados más grandes del país, con negocios en alimentos y bebidas, salud, seguros, medios de comunicación y tecnología. Si bien aún no queda del todo claro el rumbo que tendrá la nueva gestión en política exterior, Werthein adelantó que pretende continuar con la motosierra: cierre de embajadas y consulados ubicados en los países con los que el Estado no tenga un fuerte vínculo comercial.
También se habló de nuevos nombres y un rediseño de la Cancillería. Algunos medios publicaron que tenía definido pedirle la renuncia a casi todos los secretarios y subsecretarios designados por Mondino. A la fecha, solo Marcelo Cima, ex Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, oficializó su renuncia. Su partida no resulta menor, si se considera que los rumores señalaban que con la llegada de Sotelo, Mondino había reducido sus incumbencias al manejo de las relaciones comerciales internacionales, en alianza con el personal de carrera. Más aún cuando no hay un claro reemplazante para el puesto, por donde pasaron más que fugazmente Juan Pazo y Pablo Quirnos, dos hombres del riñón de Luis “Toto” Caputo en el Ministerio de Economía. Al parecer, se quedará con el puesto Luis María Kreckler, cónsul en San Pablo, quien fue importante en la relación del gobierno con los industriales brasileros y el acuerdo para la finalización del gasoducto del norte. Entre tanto, la embajada de Estados Unidos fue ocupada por Alejandro Oxenford, fundador de unicornios digitales internacionales: OLX, Letgo y DeRemate, antiguo competidor del Mercado Libre de Galperín en los 90.
Un dato revelador de la gestión de Werthein es que desde la partida de Mondino la cancillería no cuenta con un vocero oficial. Está por verse, entonces, si las internas y nuevas designaciones implican un punto de inflexión en materia de política exterior o meros reemplazos por figuras que se suponen más leales. Para hacerse una idea de lo que viene conviene adentrarse, a continuación, en las implicancias de la batalla cultural en la política exterior, las críticas al rumbo del multilateralismo y el rol de Argentina en un posible nuevo orden global. Lo que parece claro es que estos cambios son parte de una toma por etapas del oficialismo sobre la burocracia diplomática local. A diferencia de otros ministerios, aquí parece haberse desarrollado un avance gradual, donde resulta tan importante como el alineamiento ideológico con el presidente, una fidelidad incondicional ante él y su hermana.
a la vanguardia de la internacional reaccionaria
La Secretaría de Culto experimentó una metamorfosis con la llegada de Sotelo. Se extendió más allá del diálogo interreligioso, para ocupar un lugar central en Cancillería, absorbiendo competencias de la Dirección de Derechos Humanos de la Subsecretaría de Política Exterior. Acorde con la batalla cultural internacional que busca impulsar el joven libertario frente los organismos multilaterales, a la secretaría se le sumó un nombre con densa carga histórica: “Civilización”. Milei se convierte en el primer presidente que crea un área para luchar directamente contra la Agenda 2030, contó orgullosamente en Madrid.
En su primera entrevista como funcionario en el streaming de Daniel Parisini, alias “Gordo Dan”, Sotelo reveló que la renombrada Secretaría de Culto y Civilización es el puntal para “armar bagaje teórico para crear y fundamentar científicamente una agenda del capitalismo y del sentido común que enfrente la Agenda 2030”.
Milei y su batallón compraron, llave en mano, el discurso de la nueva derecha global, y trabajan en tándem con su principal referente latinoamericano, Agustín Laje. Su prédica “anti-globalista” funciona como placebo para alimentar las pasiones tristes de las clases sociales desprotegidas, como señala Rodrigo Nunes sobre el bolsonarismo. Laje se volvió el principal ideólogo de la ultraderecha argentina, al punto que el gobierno lo puso a cargo de un think tank armado por Francisco Caputo, operador en las sombras de su hermano Santiago. Como presidente de la Fundación Faro, Laje tiene el afán de expandir la doctrina del gobierno, formar cuadros técnicos y políticos y buscar financiamiento.
En palabras de Laje, la batalla cultural en la política exterior busca recuperar la soberanía nacional de los Estados, que habría sido arrebatada por los burócratas de los organismos multilaterales. Bajo esta visión, la confrontación se da con los dispositivos e instituciones del mundo globalista impulsado por los promotores de la llamada agenda woke desde los que se promoverían “agendas colectivistas” como la justicia social, los derechos humanos, la igualdad de género, el cambio climático o el combate a la discriminación. Por eso aclaran que su pelea no solo es política y económica sino también moral, en defensa de “los valores tradicionales del mundo occidental”.
La disidencia argentina ante a los sistemas de protección de derechos humanos lleva el sello de Sotelo, quien orgullosamente enarbola los nuevos votos de la Argentina. En la VI Cumbre Transatlántica de Madrid, organizada por la Red Política por los Valores de Kast, Sotelo llamó a prestar atención a las votaciones de Naciones Unidas de “infinidad de resoluciones que […] hablan de género, de aborto, del patriarcado, pero no hablan de la familia”. “Los que estamos acá, los que defendemos la vida, Dios, patria, familia, nos tenemos que interesar por lo que está pasando”, dijo. “Ahí se está decidiendo el futuro”.
El gobierno argentino también mostró un marcado menosprecio por el sistema interamericano en las tres audiencias convocadas por la CIDH el 14 de noviembre, evidenciado por la actitud evasiva del Secretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, quien leyó apresuradamente papeles preparados por otras áreas y respondió con vaguedades a los cuestionamientos del órgano de la OEA, reiterando el argumento de la falta de recursos como excusa general. Sin embargo, la estrategia cambió en la tercera audiencia, dedicada a memoria, verdad y justicia, en la que Baños, junto al Secretario de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa, Juan Battaleme, adoptó un tono más intenso e ideológico. Battaleme, cuadro de derecha siempre vinculado a la Armada, ex PRO y actual LLA, descalificó a Madres y Abuelas, llamó “vengadores” a los archivistas civiles despedidos y defendió los embates contra la memoria en el paquete de la “memoria completa”. Su discurso pareció más dirigido a la hinchada castrense de retirados que a la CIDH. Queda pendiente la respuesta del Estado argentino al pedido de la Comisión Interamericana de visitar al país.
Es evidente que esta actitud no responde a un batalla por la soberanía nacional, sino a una disputa contra derechos producto de luchas históricas. La estrategia del team libertario es consolidar simbólicamente a Milei como el principal referente global ultraderechista, en un internacionalismo conservador opuesto al multilateralismo y los sistemas de protección de derechos humanos como la ONU. Por ello deambula por cuanto evento internacional ultraderechista que existe. Desde la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en sus distintas sedes, pasando por los encuentros regionales organizados por el partido VOX y su Think Tank “Fundación Disenso”, hasta su última aparición en Atreju, el festival de la juventud de Fratelli d’Italia.
Eventos que funcionan como aglutinantes de un polo reaccionario, fundamentales para configurar nuevas formas de multilateralismo y buenas tribunas para pronunciar discursos viralizables. En ellos también se facilita el trasvase de agendas nacionales entre Estados, se consigue financiamientos y el auspicio de fundaciones. Estas misiones internacionales sirven fundamentalmente para abrir una cartera de contactos estratégicos con lobbistas y empresarios. Un ejemplo es la plataforma de lobby ultraderechista más grande del mundo, Atlas Network.
La batalla cultural no se juega solo en la arena internacional. Tiene diversos frentes y fieles en cada lugar estratégico. En Diputados cuentan con el ex asesor presidencial de Milei, Santiago Santurio. En la Provincia de Buenos Aires, combaten contra el gobernador Axel Kicillof los legisladores Agustín Romo y Juan “el Turco” Esper. En la calle online, comanda a la tropa el tuitero “Gordo Dan”.
Todos ellos desde hace un mes armaron un nuevo frente de batalla con fuerte anclaje territorial: “Las Fuerzas del Cielo”. Participaron como anfitriones, en el último encuentro internacional —CPAC Buenos Aires— en el panel “La batalla cultural de la Libertad Avanza”, donde compartieron sus recetas de triunfo ante el mundo. Teniendo en cuenta que el fenómeno libertario se incubó en simultáneo a su constitución como fuerza política, no resulta menor entender que la tribuna exterior es hoy un escenario predilecto para la tropa de Santiago Caputo, con Sotelo como alfil principal. Más aún, si consideramos que muchos de ellos pretenden subirse a las listas de LLA para disputar el conurbano bonaerense.
La radicalización propuesta por Sotelo se hizo presente en el primer discurso de Milei ante la Asamblea General de la ONU. También repercutió en varios diplomáticos y diplomáticas de carrera que mostraron resistencia a los nuevos lineamientos del gobierno. El primero en irse fue Cristian Machuca, Director de Derechos Humanos, quien había llegado con Mondino, pero fue obligado a pasar bajo la órbita de Sotelo. Después lo siguió el diplomático Ricardo Lagorio, representante permanente de Argentina ante la ONU. Los hermanos Milei lo observaban hacía meses y expresaron disconformidad con su falta de alineamiento ideológico a la nueva política exterior. La purga diplomática continuó hasta alcanzar al número dos de Mondino, Leopoldo Sahores, quien renunció el 17 de octubre por resistirse al mandato contra la Agenda 2030.
Al día siguiente, tras el evidente malestar al disciplinamiento ideológico, Milei trasladó un ultimátum a Diana Mondino en el que amenazó al cuerpo diplomático con alinearse a su nueva nueva política exterior o dar un paso al costado. En esta persecución ideológica, quienes siguen la Agenda 2030 y sonríen al Pacto del Futuro 2045 son lisa y llanamente traidores a la patria. Un tridente de valores fundamentales que construyen la gran “civilización occidental” que defiende hoy la nueva Argentina: vida, libertad y propiedad. En la batalla cultural no se aceptan desertores ni traidores. La instrucción es bastante clara: alineamiento o expulsión.
La ex canciller Mondino no siguió estos mandatos y fue la siguiente víctima en la cruzada ideológica. Se atrevió a votar junto a otros 186 países contra el embargo de Estados Unidos a Cuba ante la ONU. Un alineamiento contrario a la posición del gigante del Norte e Israel, que votaron a favor. Al presidente le resultó intolerable y emitió un comunicado anunciando el inicio de una auditoría ideológica contra los “promotores de agendas enemigas de la libertad”. “Argentina se mantendrá firme en la promoción de una política exterior que condene a todos los regímenes que perpetúan la violación de los derechos humanos”, enfatizó. Salvo que sean los regímenes de la “civilización”, como Estados Unidos o Israel.
proceso de reorganización internacional
La pregunta decisiva en lo que hace a la política exterior del gobierno de Javier Milei trasciende a la Argentina: ¿la ultraderecha tiene entre sus objetivos la instauración de un nuevo orden global sustancialmente distinto al que surgió luego de la caída del Muro de Berlín en 1989? Es decir, la batalla cultural ¿es una estrategia en el plano simbólico y valórico o incluye un rediseño del entramado institucional a nivel planetario, un verdadero “proceso de reorganización internacional”?
El triunfo electoral de Donald Trump y su regreso a la Casa Blanca el próximo 20 de enero le otorga a ese interrogante un aspecto inmediato. Es cierto que se trata de un proyecto complejo, casi inabarcable, que incluye capas geopolíticas, económicas, comerciales y bélicas, y que las distintas variantes nacionales de la ultraderecha no siempre coinciden o se alinean. Pero un recuento del primer año de gestión libertaria arroja algunos indicios de lo que podría perfilarse en 2025.
El primero es la elección explícita de Milei de articular su iniciativa de política exterior a partir de afinidades ideológicas, dejando en un segundo plano el interés nacional. De manera activista, ha desplegado una estrecha sintonía con los principales líderes de las derechas radicales. Hizo campaña por Trump, aunque eso pusiera en riesgo el vínculo entre el Estado argentino y la administración demócrata de Washington. Viajó a Brasil, el principal socio comercial y estratégico de la Argentina, para encontrarse con el clan Bolsonaro y criticar duramente al gobierno de Lula, a quien tildó de comunista. Visitó El Salvador para la toma de posesión de Nayib Bukele (con quien bromeó sobre cómo mantenerse en el poder inconstitucionalmente), mientras dinamitaba relaciones con otros países latinoamericanos relevantes como México y Colombia, porque sus mandatarios son de izquierda.
En el plano extracontinental comprometió al país en las dos guerras en curso, rompiendo el criterio de elemental prudencia. No solo sobreactuó el apoyo a los mandatarios Zelenski y Netanyahu, sino que se involucró prácticamente en la dinámica bélica: en abril, el ministro de defensa Luis Petri solicitó el ingreso a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y en junio Argentina fue incluida en el Grupo Rammstein, que reúne a los países que nutren de armas, información y financiamiento a Kiev en su campaña militar contra Rusia. La relación con el Viejo Continente siguió idéntico parámetro: en España, principal socio europeo, Milei participó de un evento proselitista del partido minoritario de extrema derecha VOX, y agredió públicamente al presidente Pedro Sánchez, lo que generó un conflicto diplomático grave. Otros interlocutores fundamentales fueron el líder húngaro Victor Orban, quien sin embargo mantiene excelentes relaciones con Moscú, y la presidenta de Italia, Giorgia Meloni.
La sucesión constante de viajes presidenciales sin agenda de Estado configura una suerte de “diplomacia privada” que confunde los intereses nacionales de Argentina con el propósito faccional de Milei. Dicho desplazamiento tuvo su correlato institucional en los decretos 511/2024 y 512/2024 que trasladaron la Fundación Argentina para la Promoción de Inversiones y Comercio Internacional al ámbito de la Secretaría General de la Nación, a cargo de Karina Milei, lo que permite costear vuelos y viáticos internacionales sin el correspondiente control.
El mismo énfasis partisano demostró el libertario cuando, en diciembre de 2023, rechazó el ingreso a los BRICS que habían solicitado gobiernos anteriores y contaba con el visto bueno de aquel grupo de países emergentes, que pretenden construir un multilateralismo alternativo al imperio occidental comandado por los Estados Unidos. Sin embargo, el presidente argentino introdujo uno de sus pocos actos de realismo periférico, al modificar su perspectiva sobre China, a la que había demonizado ya durante la campaña electoral: se mostró dispuesto a acordar con el gigante comunista y anunció un viaje oficial a Pekín. Casi por unanimidad, los analistas atribuyen esa variación a la necesidad acuciante de reservas internacionales para evitar una nueva devaluación del peso argentino y a la importancia que posee el swap de yuanes depositados en el Banco Central argentino. Es decir, la sumisión respecto de China no implica un cambio sustancial en el posicionamiento geopolítico.
Existe un segundo movimiento que podría catalogarse como pragmático en lo referido a los organismos regionales y específicamente al Mercosur. La participación del presidente Milei en dos cumbres sucesivas digitadas por Itamaraty llamó la atención, tanto el evento del G20 realizado en Río de Janeiro los días 18 y 19 de noviembre, como la cita de presidentes del Mercosur en Montevideo el 5 y 6 de diciembre. En ambos casos el argentino pareció aceptar una posición subalterna respecto de su par brasileño, Lula Da Silva, y su actitud rupturista quedó en segundo plano. En Uruguay, Milei se alineó con el resto de los presidentes de la región y con la titular de la Unión Europea (UE), Ursula von der Leyen, en la finalización del acuerdo comercial entre el Mercosur y la UE que se viene negociando hace un cuarto de siglo y que fue presentado con bombos y platillos a pesar de la oposición de varios países europeos, entre ellos Francia. La Italia de Meloni aún no se pronunció, pero ya formuló críticas y condicionamientos. La anécdota es relevante porque es una muestra de que, en lo relativo al ordenamiento comercial, no necesariamente los gobiernos de ultraderecha tienen una posición común.
Este es uno de los motivos por el cual fue elegido el empresario Werthein como canciller en reemplazo de Mondino. Sin embargo, en lo relativo a la impugnación de la arquitectura institucional planetaria y en debates vinculados a la protección de derechos a nivel global, la nueva gestión endureció sus posicionamientos. Uno de los episodios más polémicos fue la negativa del ministro de Relaciones Exteriores a participar en el acto organizado por el Vaticano en recuerdo del 40 aniversario del tratado de paz con Chile por el Canal de Beagle, un verdadero hito para la relación entre ambos países. Las votaciones a finales de año contrarias a la defensa de las mujeres y los derechos de los pueblos originarios en el marco de la ONU fueron repudiadas por las oposición y causaron asombro en los demás países.
Sin embargo, para comprender cuál puede ser la orientación definitiva del gobierno argentino es preciso poner la lupa en Mar-A-Lago, la residencia del presidente electo de los Estados Unidos, donde se está terminando de configurar el equipo de política exterior para su segunda presidencia. Subrayemos solo dos designaciones: la del halcón Marco Rubio, hijo de cubanos anticastristas y senador por Florida, como Secretario de Estado. Y el envío como nuevo embajador en la Argentina de Peter Lamelas, también de origen cubano, fundador y exdirector ejecutivo de MD Now Urgent Care, una de las redes de atención médica primaria más grandes del estado de Florida. La sobrerrepresentación de funcionarios de este estado sureño indica que Latinoamérica volverá a ser una prioridad estratégica para el departamento de Estado, a diferencia del relativo “olvido” que primó en lo que va del siglo. El analista internacional Juan Tokatlian alertó sobre la posibilidad de que Argentina se convierta en un proxy a la manera de las guerras subsidiarias que se dieron durante la Guerra Fría: es decir, el nuestro devendría en un país que actúa como delegado de los Estados Unidos en materia bélica. La primera consecuencia concreta de este alineamiento cerrado no sería menor: no sería extraño que se establezca una base militar norteamericana en la Patagonia.